Lukas Wartman durante los exámenes que le hicieron para tratar su cáncer. |
Los investigadores de genética en la Universidad de
Washington, Estados Unidos, uno de los principales centros del mundo en
trabajos sobre el genoma humano, estaban devastados. Lukas Wartman, un joven,
querido y talentoso colega, sufría del mismo tipo de cáncer que se había
dedicado a estudiar durante toda su carrera. Su salud se estaba deteriorando
rápidamente. Ningún tratamiento conocido podía salvarlo y nadie que ellos
tuvieran conocimiento había investigado alguna vez la conformación genética
completa de un cáncer similar.
De la preocupación extrema nacieron las ideas.
Un día de julio del año pasado, Timothy Ley, director
adjunto del Instituto del Genoma de esa universidad, reunió a su equipo. “¿Por
qué no utilizamos todo lo que tenemos para ver si podemos encontrar al gen
malvado que provoca el cáncer de Wartman, la leucemia linfoblástica aguda en
adultos?” preguntó a sus colaboradores.
El equipo, entonces, intentó un nuevo tipo de análisis. Hizo
la secuencia completa de los genes de las células del cáncer de Wartman y de
las células sanas a modo de comparación y analizó también su ARN (ácido
ribonucleico), primo químico del ADN, a la búsqueda de alguna pista sobre qué
es lo que estaban haciendo los genes en su cuerpo.
Todos dejaron de lado otras tareas durante semanas y
pusieron a trabajar a las 26 supercomputadoras y equipos secuenciadores de la
universidad durante 24 horas.
Y encontraron finalmente un culpable: un gen normal que
estaba trabajando a toda máquina y produciendo grandes cantidades de una
proteína que parecía estar generando el crecimiento del cáncer. Pero había algo
mejor aún, existía una nueva y prometedora droga (que ya había sido autorizada
en casos avanzados de cáncer de riñón) que podía desactivar a ese gen. Fue así
como Wartman se convirtió en la primera persona en recibir ese tratamiento.
El científico lucha hoy contra la leucemia usando el método que aplicaron en él. |
Ahora, contra todo pronóstico, su cáncer está en remisión y
así se mantiene desde el otoño boreal pasado.
Si bien nadie puede decir que está curado, hoy está vivo y
bien. Y es pionero, además, de un nuevo enfoque para detener su enfermedad. Lo
importante, dicen sus colegas, son los genes que impulsan el cáncer (no el
tejido o el órgano, sea el hígado o el cerebro, la médula, la sangre o el colon
en donde se origina el tumor).
El análisis genético de Wartman fue pagado por la
universidad y por donaciones para investigación. Hubo una amplia solidaridad
académica porque el joven científico supo ganarse la simpatía de quienes
trabajaban con él. Llegó a Washington por casualidad. Creció en la pequeña
ciudad de Indiana y quería ser veterinario como su abuelo. Pero mientras estaba
estudiando en la universidad trabajaba en hospitales y se fascinó con el
cáncer. Se anotó en la
Facultad de Medicina de la Universidad de
Washington, en St. Louis, donde se interesó por investigaciones sobre los
cambios genéticos que ocurren en los tipos de cáncer que pueden manifestarse en
la sangre. Así, supo que lo que quería era investigar . En 2002, durante el
último año de su carrera, fue a California para ser entrevistado para un
programa de residencia en Stanford. La mañana que debía acudir a la entrevista
sintió una fatiga repentina que lo paralizó.
Fue el comienzo de su enfermedad. Tenía sólo 25 años.
Los investigadores difieren sobre con qué velocidad este
método, conocido como secuencia completa del genoma, podrá estar disponible
para todos. Se calcula que sería, aproximadamente, dentro de una década cómo
máximo y creen que encierra grandes promesas, si bien hasta ahora no ha curado
a nadie.
Fuente: Clarín