Los Krautwaschl sacaron a la calle todas sus pertenencias de
plástico. (EFE)
|
Sandra Krautwaschl, la jefa de familia, relata su
experiencia en un libro titulado Plastikfreie Zone ("zona libre de
plástico", en alemán) que se publicó recientemente en una gran editorial alemana.
Todo comenzó en el verano de 2009, cuando durante unas
vacaciones en Croacia sus tres hijos le preguntaron continuamente sobre el
origen de toda la basura de plástico que flotaba en el mar y se acumulaba en la
orilla. Aún con esas preguntas rondándole la cabeza, Krautwaschl, una
fisioterapeuta de 40 años que vive cerca de la ciudad de Graz, vio el
documental Plastic Planet, que alertaba sobre el efecto tóxico de esa sustancia
tanto para nuestro cuerpo como para el planeta. "Todo eso me llevó a decidir
que debíamos cambiar algo en nuestras vidas", explicó en declaraciones
telefónicas a la agencia de noticias Efe.
Sandra Krautwaschl y sus hijos decidieron dejar de usar los
plásticos tras ver en una playa decenas de desperdicios.
|
Werner Boote, el director de la película, alerta en su obra
que hay ya más partículas diminutas de plástico en el océano que plancton, indispensable
en la cadena alimenticia. Por eso, los humanos también tenemos ya trazas de ese
material sintético en la sangre sin que sepamos cuál es su efecto sobre la
salud a largo plazo.
Después de que su marido y sus tres hijos aceptaran el
proyecto, en principio de un mes, los Krautwaschl decidieron sacar a la calle
todos lo productos de plástico: juguetes, fiambreras, muebles de jardín,
electrodomésticos y ropa, objetos tan presentes que casi se habían convertido
en invisibles.
Además, empezaron a escribir un blog en Internet en el que
relata su experiencia y que se convirtió en la base de su libro. "El
problema no es el plástico en sí, sino la forma derrochadora en que lo
utilizamos. Y también que prestamos poca atención a sus efectos sobre la salud
a largo plazo", recalca Krautwaschl sobre el uso de un material que tarda
siglos en degradarse.
La familia reemplazó los plásticos por envases de metal y vidrio. |
¿Es más caro comprar productos que no tengan plásticos en
sus empaquetados? "Para algunas cosas sí y en otras no", dice.
"He ahorrado mucho en productos de limpieza porque utilizo vinagre y ácido
cítrico. Es cierto que los alimentos frescos son más caros, pero nuestro
consumo ha cambiado mucho", cuenta.
"No compramos productos innecesarios, lo que supone un
gran ahorro", confiesa la fisioterapeuta. También han encontrado
alternativas en el baño: los cepillos de dientes de madera con cerdas naturales
han sustituido a los de plástico, los jabones a los geles de baño y sus
envases, y emplean azúcar de abedul para prevenir problemas de caries.
Prefieren los baldes de metal y los recipientes de vidrio.
"No hemos perdido calidad de vida, la hemos mejorado.
Los alimentos y los productos que usamos para bañarnos son mejores. Son menos
numerosos los productos que usamos pero son de mejor calidad. Ahora comemos más
productos naturales y frescos", resume.
Aun así reconoce que no han podido renunciar a todos los
productos con plásticos, siguen utilizando un coche, que comparten con otra
familia, y tienen también un teléfono móvil.
Los cepillos de dientes encontraron un reemplazo
más
amigable con el medio ambiente.
|
"Seguimos utilizando algunas cosas de plástico, pero
pretendemos utilizarlas con sentido. En la medida de lo posible tratamos de no
comprar cosas nuevas", dice.
"No tenemos teléfonos nuevos, sino usados. No queremos
un celular nuevo sólo porque lo regalen. Tratamos de usar el plástico lo menos
posible y de la forma más sostenible posible", destaca.
Krautwaschl recalca que ella y su familia son personas
flexibles que se adaptan a cada situación, en ningún caso unos activistas
contra el plástico, sino contra su derroche.
"El objetivo era no producir desechos de plástico o
producir una cantidad muy pequeña. Era muy importante no imponerse
prohibiciones absolutas ni volverse un radical, porque no se puede motivar a
otros si uno se vuelve extremista", asegura.
Uno de los pequeños caprichos a los que no ha renunciado es
a comer alguna vez patatas fritas de bolsa, que sus amigos le han traído para
celebrar alguna ocasión especial.
La reacción de la gente, asegura, ha sido en su mayoría
positiva y lo más gratificante es haber conocido a personas que encontraron
inspirador su esfuerzo.
¿Y cuál es el mensaje que quiere dar con su proyecto?
"Creo que el mundo puede cambiar, que cada acción individual puede tener
un efecto. Cada uno de nosotros puede aportar con sus acciones a ese
cambio", comenta.
Para Krautwaschl, si su proyecto permite que alguien se
concientice y renuncie, por ejemplo, a usar bolsas de plástico en sus compras,
o a cualquier otro gesto, el esfuerzo ya habrá valido la pena.
Los Krautwaschl publicaron su experiencia en un libro:
"Zona sin plásticos".
|
Fuente: EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario