viernes, 5 de octubre de 2018

Nadia Murad, la esclava sexual que ganó el Premio Nobel de la Paz 2018

La activista yazidí cuenta en su libro "Yo seré la última", toda la historia de su cautiverio y su lucha contra el Estado Islámico. La ganadora del Premio Nobel de la Paz 2018 se ha convertido en defensora de los derechos humanos, en la primera persona en ser nombrada Embajadora de Buena Voluntad por la Dignidad de los Supervivientes de la Trata de Personas de las Naciones Unidas.

Nadia Murad, superviviente de esclavitud sexual por el Estado islámico, es retratada en la Sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York (EE UU), el 9 de marzo de 2017. LUCAS JACKSON REUTERS


El 15 de agosto de 2014, la vida de Nadia Murad cambió para siempre...

Las tropas del Estado Islámico irrumpieron en su pequeña aldea del norte de Irak, donde la minoría yazidí llevaba una vida tranquila, y cometieron una masacre. Ejecutaron a hombres y mujeres, entre ellos a su madre y a seis de sus hermanos, y los amontonaron en fosas comunes. A Nadia, que entonces tenía veintiún años, la secuestraron, junto a otras miles de jóvenes y niñas, y la vendieron como esclava sexual. Los soldados la torturaron y violaron repetidamente durante meses, hasta que una noche logró huir de milagro por las calles de Mosul. Así emprendió su largo y peligroso viaje hacia la libertad.


De pequeña, Nadia, una niña campesina, jamás hubiera imaginado que un día hablaría ante las Naciones Unidas ni que ganaría el Premio Nobel de la Paz. Nunca había pisado Bagdad, ni siquiera había visto un avión. Hoy la historia de Nadia insta al mundo a prestar atención al genocidio de su pueblo. Es un llamado a la acción para detener los crímenes del Estado Islámico, un poderoso testimonio de la fuerza de voluntad humana. "Yo seré la última" es, asimismo, una carta de amor a un país desaparecido, a una comunidad vulnerable y a una familia devastada por la guerra.

El valor y el testimonio de una joven pueden cambiar el mundo. Para que no se olvide, porque quiere ser la última que tenga que vivirla, Nadia cuenta su historia.

SOBRE LA AUTORA:

Nadia Murad nació en Kocho, Irak, y ahora vive en Alemania. Distinguida con el Premio Václav Havel de Derechos Humanos y el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, es la primera persona nombrada embajadora de Buena Voluntad de la ONU para la Dignidad de los Sobrevivientes de la Trata de Personas. Junto con Yazda, organización defensora de los derechos de los yazidíes, trabaja para llevar al Estado Islámico ante la Corte Penal Internacional por cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad. Asimismo, es la fundadora de Nadia's Initiative, un programa dedicado a dar apoyo a los sobrevivientes del genocidio y del tráfico de personas y a ayudarlos a reconstruir sus comunidades.

Web oficial de Nadia Murad: click aquí

Twitter de Nadia Murad: @NadiaMuradBasee

Facebook de Nadia Murad: click aquí

FICHA DEL LIBRO:

Título: Yo seré la última
Autor: Nadia Murad
Sello: PLAZA & JANES
Precio sin IVA: $ 639,00
Fecha publicación: 02/2018
Idioma: Español
Formato, páginas: RÚSTICA, 368
Medidas: 15,5 X 23 mm
ISBN: 9789506444488
Temáticas: Biografías
Colección: Obras diversas
Edad recomendada: Adultos


FRAGMENTO DEL LIBRO:

Prólogo

Nadia Murad no es solo mi clienta, es mi amiga. Cuando nos presentaron en Londres, me preguntó si quería ser su abogada. Me explicó que no podría pagar la provisión de fondos, que era probable que el caso fuese largo y no tuviera éxito. Pero me pidió que escuchara su historia antes de tomar una decisión.

Nadia fue una de las miles de yazidíes raptadas por el EI y vendidas en mercados y en Facebook, a veces por la ínfima suma de veinte dólares. La madre de Nadia fue una de las ochenta mujeres mayores a las que ejecutaron y enterraron en una fosa común. Seis de sus hermanos se contaron entre los centenares de hombres a los que asesinaron en un solo día.

Lo que Nadia me relataba es un genocidio. Y el genocidio no sucede por casualidad. Requiere planificación. Antes de que se iniciara dicho exterminio, el Departamento de Investigación y Fatuas del EI estudió a los yazidíes y llegó a la conclusión de que, como grupo kurdoparlante que carecía de libro sagrado, eran no creyentes cuya esclavización constituía un «aspecto establecido firmemente por la sharia». Esta es la razón, según la retorcida moral del EI, por la que las yazidíes —a diferencia de las cristianas, chiíes y otras mujeres— pueden ser violadas de forma sistemática. De hecho, se convertiría en una de las maneras más efectivas de destruirlas.

Lo que siguió fue el establecimiento de una burocracia del mal a escala industrial. El EI llegó incluso a publicar un panfleto titulado Preguntas y respuestas sobre la retención de prisioneras y esclavas para proporcionar más directrices. «Pregunta: ¿Está permitido mantener relaciones sexuales con una esclava que no haya alcanzado la pubertad? Respuesta: Está permitido mantener relaciones sexuales con una esclava que no haya alcanzado la pubertad si es apta para el coito. Pregunta: ¿Está permitido vender a una prisionera? Respuesta: Está permitido comprar, vender o regalar a las prisioneras y esclavas, puesto que no son más que una propiedad.»

Cuando Nadia me contó su historia en Londres, habían pasado casi dos años desde el inicio del genocidio yazidí a manos del Estado Islámico. Miles de mujeres y niños yazidíes seguían cautivos en sus redes, pero no se había juzgado a ningún miembro del EI en ningún tribunal del mundo por tales crímenes. Las pruebas estaban extraviándose o siendo destruidas. Y las perspectivas de que se hiciera justicia resultaban ciertamente desalentadoras.

Por supuesto, acepté el caso. Y Nadia y yo hemos pasado más de un año luchando por que se haga justicia. Nos hemos reunido en repetidas ocasiones con el gobierno iraquí, representantes de las Naciones Unidas, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y víctimas del EI. He redactado informes, entregado borradores y análisis legales, y he pronunciado discursos en los que imploraba a las Naciones Unidas que tomaran cartas en el asunto. La mayoría de nuestros interlocutores nos decían que sería imposible: el Consejo de Seguridad llevaba años sin intervenir en el ámbito de la justicia internacional.

Sin embargo, mientras escribo este prólogo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha adoptado una resolución histórica con la que crea un equipo de investigación que recabará pruebas de los crímenes cometidos por el EI en Irak. Esto constituye una victoria importante para Nadia y para todas las víctimas del Estado Islámico, porque supone la conservación de las pruebas y la posibilidad de llevar ante los tribunales a los miembros del EI de manera individual. Me encontraba sentada junto a Nadia en el Consejo de Seguridad cuando se adoptó la resolución por unanimidad. Y al ver las quince manos que se alzaron, Nadia y yo nos miramos y sonreímos.

Como abogada defensora de los Derechos Humanos, mi labor a menudo consiste en dar voz a los que han sido silenciados: al periodista encarcelado o a la víctima de crímenes de guerra que lucha por que llegue el día en que pueda presentar su caso en los tribunales. No cabe duda de que el EI intentó silenciar a Nadia cuando la secuestraron y la esclavizaron, la violaron, la torturaron y mataron a siete miembros de su familia en un solo día.

Pero Nadia se negó a ser silenciada. Ha plantado cara a todas las etiquetas con las que la ha marcado la vida. Huérfana. Víctima de violación. Esclava. Refugiada. En su lugar, ella ha creado nuevas etiquetas. Superviviente. Líder yazidí. Defensora de las mujeres. Nominada al premio Nobel de la Paz. Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas. Y, ahora, escritora.

Desde que la conozco, Nadia no solo ha encontrado su voz, sino que se ha convertido en la voz de todos los yazidíes víctimas de genocidio, de todas las mujeres que han sufrido abusos y de todos los refugiados a los que se ha dejado atrás.

Los que creyeron que con su crueldad podrían silenciarla se equivocaban. El espíritu de Nadia Murad no está roto, y su voz no será acallada. Todo lo contrario: gracias a este libro, su voz se oye con más fuerza que nunca.

AMAL CLOONEY, abogada,
septiembre de 2017

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Foto: NADIAMURAD.ORG

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