Los 'e-lancers' ofrecerán sus servicios por libre
en Internet. J. MIND (GETTY) |
¿Cuáles serán las profesiones más demandadas y más
lucrativas en el futuro? ¿Qué trabajos nos ofrecerán más salidas dentro de dos
décadas? Acuicultor, nanomédico, webgardeners, microemprendedores, policía
medioambiental, narrowcastes, bioinformático… Hoy parecen palabras
incomprensibles; mañana, las tendremos todo el día en los labios.
Vivimos tiempos veloces e imprevisibles, en los que los
avances de la tecnología y los retrocesos de la historia lo transforman todo de
forma continua y el presente ha cambiado tanto que el futuro tampoco es ya lo
que era.
El mundo laboral, cuyo porvenir está lleno de preguntas para
las que de momento no existen respuestas, sino solo apuestas: ¿cuáles serán las
profesiones más importantes y más lucrativas dentro de una o dos décadas,
cuando ya no sea tan lógico soñar con ser médico, abogado o ingeniero de
telecomunicaciones?
Los analistas, que en este terreno son una mezcla de
sociólogos y adivinos, pronostican que algunos oficios que hoy parecen simple
ciencia-ficción, como los de fabricante de órganos humanos, acuicultor en
plantaciones submarinas, banquero de tiempo, bioinformático, creador de identidades
digitales o nanomédico, estarán el día de mañana entre los más codiciados y
mejor pagados. Aunque todos ellos serán muy solitarios, porque lo que sí parece
evidente es que para entonces la mayoría de los ciudadanos serán lo que ya se
conoce como e-lancers, es decir, personas que ofrecerán sus servicios por libre
y desde sus casas, conectados unos a otros y con sus clientes a través de
Internet. En cualquier caso, parece obvio que ha llegado el momento de
prepararse para lo desconocido.
Un estudio de la consultora Fast Future pronostica que entre
las 20 profesiones que mejor se adaptarán a los avances científicos y
tecnológicos que se avecinan de aquí al año 2030 están las de granjero
farmacéutico (que se dedicará a cultivar plantas modificadas genéticamente para
que tengan a la vez propiedades alimenticias y terapéuticas), instructor para
la tercera edad, geomicrobiólogo (cuyo fin será crear microorganismos que
ayuden a eliminar la polución), policía medioambiental (un agente de la ley que
luchará contra los ladrones de nubes y controlará el lanzamiento de cohetes de
yoduro de plata para provocar lluvias, algo que ya se hace en India y en China), las ya mencionadas de nanomédico (una mezcla de doctor e informático que,
entre otras cosas, nos podrá implantar microchips que aumenten nuestra memoria,
igual que se hace con un ordenador) y fabricante de órganos (que será un
reparador de la salud capaz de combinar cirugía plástica, mecánica robótica y
clonación genética para remplazar las partes dañadas de nuestro cuerpo).
Pero todo cambio requiere personas dispuestas a organizarlo
y por eso también estarán en primera línea los vendedores de talento, que
buscarán a los profesionales mejor preparados y los colocarán en organizaciones
de todo el planeta; o los gerentes del bienestar, encargados de la salud
laboral en las empresas.
Otros problemas que ya sufrimos hoy, pero que se harán más
grandes, son: la fragmentación, que dispersará cada vez más nuestras tareas,
nos dejará sin tiempo y nos impedirá darle cohesión a nuestra vida; el aislamiento
al que nos conducirá estar siempre conectados pero solo de forma virtual; la
escasez de carburantes y la subida de sus precios, aunque en contrapartida se
ahorrarán millones al trabajar desde casa y no tener que desplazarse; la
exclusión de los pobres, que cada vez serán más y estarán a más distancia de
las personas acomodadas, y la destrucción del ecosistema.
En ese último reto, cobrarán una enorme importancia los
ingenieros de vehículos alternativos, que buscarán opciones ecosostenibles para
el transporte, y los científicos especializados en la lucha contra el cambio
climático. Podremos acogernos a la telepresencia en 3D para celebrar en una
sola jornada laboral cuatro reuniones de negocios sucesivas en Tokio, Moscú,
Río de Janeiro y Nueva Delhi; o comeremos frutas y verduras transgénicas,
cultivadas por los agricultores verticales en las fachadas de los rascacielos o
crecidas en los invernaderos espaciales que algunos arquitectos
interplanetarios ya han diseñado para que sean construidos en la Luna y en Marte; pero nuestra
lucha contra la enfermedad y la muerte será la misma.
Parece evidente que el kilómetro cero del futuro está en la
palabra tecnología y, por eso, según vaticinan el estudio sobre las profesiones
del futuro encargado por el Gobierno británico a Fast Future y otros, hechos
por la empresa Iberestudios o por las universidades de Oxford y Barcelona, se
acercan buenos tiempos para los abogados virtuales y los controladores de
datos-basura, que nos protegerán de los hackers mezclando el Derecho y la Ingeniería Informática ;
y para los desarrolladores de aplicaciones para teléfonos móviles, los
webgardeners, que se encargan de actualizar los contenidos de la Red , y los ayudantes de
networking, que serán mitad educadores sociales, mitad relaciones públicas con
objeto de mejorar nuestra integración social en Internet; o, como consecuencia
de todo eso, para los psicólogos a distancia, que tratarán las adicciones y
síndromes que los internautas puedan contraer mientras navegan. También les irá
bien a los telecomunicólogos, que serán quienes mantengan la interconexión
masiva de computadoras en un mundo en el que prácticamente nadie carecerá de
una; y, por supuesto, a los creadores de videojuegos. Todo lo cual vuelve a decirnos
que en el fondo van a cambiar más las formas que los moldes: los intermediarios
se llamarán gestores, y poco más.
Para terminar, diremos que hay malas perspectivas para los
medios de comunicación, donde parece que la actividad con más futuro será la de
narrowcaster, es decir, la de experto en segmentación informativa, un
profesional que combinará el periodismo, la publicidad y las relaciones
públicas para dar noticias a la carta, destinadas a grupos específicos de
personas y adaptadas a sus intereses, teniendo en cuenta su nivel de vida, su
religión, su estado civil, su lugar de residencia, etcétera. No parece que la
palabra objetividad tenga sitio en ese proyecto con aires de plan de fuga.
El mundo cambia deprisa y el futuro, ese “espacio negro para
muchos sueños, / espacio blanco para toda la nieve”, según lo describió el
poeta Pablo Neruda, empieza a dejarse ver en el horizonte. Cuando estemos allí,
tendremos todo el día en los labios esas palabras que ahora suenan tan
extranjeras, acuicultor, nanomédico, webgardeners, microemprendedores,
bioinformático… Y a los que puedan ser definidos con alguna de ellas parece que
les va a ir muy bien. "El futuro ya no es lo que era", como dijo Paul Valéry.
Fuente: País de España