B95, durante su paso por Delaware Bay,
New Jersey, en 2009. Su esfuerzo ya inspiró una obra de teatro, un cuento y hasta su propia biografía. |
Sólo algunos animales, como el gorila Copito de Nieve, el
pulpo Paul, la oveja Dolly o los criollos caballos Gato y Mancha, alcanzaron la
categoría de celebridades. Ahora, B95, una menuda ave migratoria (Calidris
canutus rufa, playero rojizo para todos) que fue anillada por científicos
argentinos, está a punto de ser leyenda.
Pesa apenas 200 gramos , lo mismo que un pan de manteca , y
por su aspecto frágil nadie diría que ya voló más que la distancia entre la Tierra y la Luna. Pero lo hizo. Y
para comprobarlo sólo hay que hacer algunas cuentas. Todos los años viaja desde
Río Grande, Tierra del Fuego, hasta el Artico canadiense: recorre unos 32.000 kilómetros
y se estima que tiene más de 19 años; ya viajó entonces más de 576.000 kilómetros .
De la Tierra a
la Luna hay
384.400, distancia que sobrepasó para el asombro de los especialistas que no lo
pierden de vista.
Uno de ellos, quizás las más entuasiasta, es Patricia M.
González, una bióloga que vive en San Antonio Oeste, Río Negro, y que lo busca
en las playas con su telescopio. Casualmente, también es la científica que
logró el avistaje más reciente: lo vio el 28 de mayo pasado, a las 11.45, en
una playa de New Jersey, Estados Unidos. Ella lidera los trabajos de
investigación que se realizan en el país sobre los playeros rojizos y B95. Lo
hace desde la
Fundación Inalafquen (“Junto al mar”, en mapuche) y como
coordinadora sudamericana de la Global Flyway Network, en Holanda, entre otros
créditos internacionales.
“Hay muchas especies de aves migatorias que recorren
distancias enormes, por ejemplo el gaviotín ártico y muchas aves pelágicas,
como albatros de diferentes especies. Sin embargo, las aves playeras son
capaces de volar más de 8 mil kilómetros sin parar para descansar o
alimentarse. B95 es uno de los playeros rojizos más viejos conocidos en
América y justo ahora acaba de regresar de otro viaje al Ártico canadiense”,
comenta González.
“Algunas personas lo llaman ‘Moonbird’, el ave de la Luna (por esa relación de sus
kilómetros de vuelo con la distancia Tierra-Luna), eso me impactó”, agrega
desde Estados Unidos Phil Hoose, un famoso conservacionista y escritor
estadounidense, que en unas semanas lanzará un libro sobre la vida de B95. “Lo
que más me conmueve es su enérgica determinación contra viento y marea. Cuando
nació, hace casi 20 años, había cuatro o cinco veces la cantidad de playeros
rojizos. Pero mientras otros mueren, él sigue arreglándoselas completando
vuelos maratónicos año tras año . Posee una misteriosa combinación de poder y
delicadeza, de fortaleza, adaptabilidad y viveza. ¡Es un súper pájaro!”, resume
Hoose.
El dato de su merma poblacional no es menor. Según la Red Hemisférica de
Reservas para Aves Playeras (RHRAP), el número de estas aves disminuyó
drásticamente en los últimos 20 años. La población, hace dos décadas, se
calculaba entre 100 mil a 150 mil individuos; en 2010 estimaban entre 18 mil y
33 mil.
“El Ártico, sin dudas, es la etapa más complicada de su trayecto. No sólo por cuestiones climáticas sino por la provisión de
alimentos. Los disturbios humanos (circulación de vehículos o perros en las
playas o la práctica de deportes acuáticos en zonas donde deben comer) les
provocan estrés y disminuyen sus presupuestos de energía, es decir, interfieren
en la acumulación de sus reservas de grasa y proteínas necesarias para
continuar adecuadamente con su viaje y no afectar su supervivencia”, detalla la
científica.
Todo el ahínco de González -casi a la par del esfuerzo de
B95 para cumplir su rito migratorio- y sus colaboradores es motivo de
admiración de sus colegas. “El trabajo de los investigadores argentinos es
notable por su enfoque, persistencia y calidad. El anillamiento cuidadoso de
B95 y otras aves playeras abren nuevas ventanas para entender y cuidar la
naturaleza ”, califica Charles Duncan, director del Shorebird Recovery Project,
con sede en Maine, Estados Unidos.
¿Dónde está ahora B95? Probablemente empollando en algún
punto del Norte. Para él, no hay fronteras. Su aleteo en cualquier lugar del
planeta sigue inspirando vida.
Fuente: Clarín