Hoy, 7 de junio, festejamos el Día del Periodista y quiero
saludar, especialmente, a esa raza de periodistas que dignifican la profesión,
aquellos que no se venden al mejor postor y que sienten la profesión como una
pasión. A esos, hombres y mujeres, que todos los días informan con la verdad
como única bandera.
Muchos pensarán que ese tipo de periodista ya no existe, que
todos están corrompidos de alguna forma y ya no hay esperanzas. Pero no es así,
nada más alejado de la realidad. Lo que lamentablemente ocurre, es que hoy en
día, el periodismo no goza de buena prensa.
Los malos periodistas, esos que hacen de esta profesión un
negocio lucrativo y sin escrúpulos, cada día son más y cuentan con las
herramientas y los medios para meternos a todos en una misma bolsa.
Depende de nosotros, ese grupo de periodistas independientes,
que no van detrás de una billetera abultada, y que tienen como única misión
informar con la verdad, con pasión y con objetividad, volver a colocar al
periodismo en ese lugar de donde nunca tendría que haberse bajado.
Tengo la suerte de conocer muchas redacciones y periodistas.
Chicos jóvenes y grandes profesionales de los medios de comunicación que siguen
luchando por estos ideales. Existe materia prima, y de la buena, para cambiar
esta mala prensa que tiene el periodismo.
Entre todos, desde nuestro lugar de trabajo, podemos volver
a colocar al periodismo en el lugar que se merece, cuya actividad es
fundamental para construir una democracia justa y representativa, una Nación
donde se puedan escuchar todas las voces.
Por último, y para reflexionar, les dejo estas palabras de
Mariano Moreno (periodista, abogado y uno de los grandes próceres de nuestro
país): “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el
honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran
aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos.
El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que
nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por
riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos
años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en
nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso”.