Ballena muerta en la playa de Montevideo. (Dino Capelli) |
Los expertos aseguran que la causa de estos decesos es el daño auditivo que les provocan las exploraciones en la búsqueda de petróleo, una actividad que se realiza por encargo de la petrolera estatal Ancap. Desde la compañía, se niega la versión. Pero las organizaciones dedicadas a la conservación de estos enormes animales promoverán una denuncia ante la Organización de las Naciones Unidas si no les llegan explicaciones consistentes.
La ley N°19.128 que declara a Uruguay santuario de ballenas y delfines, prohíbe la caza, persecución, pesca, apropiación o sometimiento a procesos de transformación de cualquier especie de cetáceos. La ley también incluye "cualquier actividad de agresión, molestia intencional o retención que pudiese conducir a la muerte de estos mamíferos marinos". Por ello habría una violación legal si se comprueba que las actividades de exploración en búsqueda de hidrocarburos en la plataforma oceánica uruguaya, han conllevado a la muerte de los cetáceos.
El primero de los casos se dio, cuando el enorme cuerpo de un cachalote apareció en la playa de Montevideo. Un macho adulto de ballena, de 16,60 metros de longitud y 22 años de edad, sin vida. Tras un proceso complejo que insumió 20 mil dólares de coste para la comuna de la ciudad, se enterró el cuerpo. Apenas conocida la muerte, se conoció la primera versión de su causa. "Evidentemente perdió su ubicación, no se comportó en forma adecuada y en vez de alejarse de la costa, se acercó. Llegó muerta. Llama la atención que un ejemplar adulto como éste haya sufrido alguna lesión tan severa e importante en su sistema de colocación o en sus oídos que lo haya traído a la costa. No tiene ninguna herida, ni golpe, por lo que esa no fue la razón", explicó Ponce de León, técnico de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos.
A partir de allí se comenzó a apuntar hacia las empresas extranjeras privadas que realizan prospecciones sísmicas en la plataforma oceánica del Uruguay, por encargo de la petrolera estatal Ancap.
En comentarios realizados a medios de Montevideo, el técnico añadió que "puede pasar que un cachalote estuviera en una área de prospección sísmica y fuera afectado por el ruido de cañonazos de aire, también de un submarino con sonar haciendo interferencia. Pero por ahora son conjeturas, hipótesis que no podemos demostrar".
Y la hipótesis toma cuerpo cuando el cuerpo de otro cetáceo aparece sin vida en las costas de Rocha, departamento limítrofe con Brasil. En este caso se trata de una ballena franca, y su cuerpo sin vida reafirma la tesis del daño auditivo. El animal de 2 años de edad mide 6 metros de largo y recaló en la zona conocida como Santa Teresa, el mismo lugar en que fue enterrado por el Ejército Nacional.
Rodrigo García, coordinador de la Organización de Conservación de Cetáceos (OCC) y consultor de la Universidad de Oregón (Estados Unidos), fue el primer técnico en unir las dos muertes, ambas sin traumas a la vista. Es también quien lleva la intención de denunciar las exploraciones sísmicas ante la ONU, iniciativa que apoya la organización internacional Ocean Care. Al momento y tras dos meses de peticiones, no han recibido datos certeros desde Ancap sobre las exploraciones y los debidos controles que deben sostenerse.
Las exploraciones del subsuelo bajo el océano se efectúan a más de 100 kilómetros de la costa por parte de 4 empresas multinacionales, con zona de seguridad de 700 metros. El aire comprimido emite sonidos de 200 decibelios que busca obtener datos geológicos.
Según García, este sonido sería suficiente para desorientar a una ballena, un animal que puede captar pequeños ruidos bajo el agua y ser afectado en su orientación por ello. Según la ley, en cada barco destinado a la exploración deben estar presentes dos biólogos que controlen la existencia de mamíferos en la zona de influencia, una presencia de la cual -hasta el momento- no se tienen certezas.
Fuente: El Mundo
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