Caza de elefantes en Botsuana. (El Mundo)
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La supervivencia de la exclusiva vida salvaje africana es
uno de los grandes debates del continente. Una ecuación entre dinero del
turismo, conservación, lucrativos beneficios de venta ilegal de marfil, pieles,
carne... y hambre.
La medida recién anunciada por el Gobierno de Botsuana de
prohibir la caza deportiva en sus exclusivos Parques Nacionales a partir de 2014 ha vuelto a destapar
un asunto que esconde una compleja realidad: la numerosa caza furtiva a la que
se enfrentan todos los parques supera con creces los números de la caza
reglada.
El problema es que el límite entre lo legal y lo ilegal es
demasiado fino. "Muchas reservas de caza se ven obligadas a cazar animales
prohibidos por la competencia. Si la finca de al lado permite cazar cualquier
especie y tu no lo haces estás fuera del mercado", explica J, un
sudafricano que ha trabajado en parques de toda África y que prefiere no salir
citado con su nombre.
"En Gorongosa (Mozambique), por ejemplo, un parque
donde la caza deportiva está prohibida, existe el problema de que hay muchas
poblaciones que viven en torno al parque y que por supuesto entran en la
reserva y matan para comer", cuenta J. Gorongosa, uno de los parques más
bellos del continente, se ha convertido en un icono de la lucha por la
conservación animal y la repoblación.
"Algunos cazan para comer, pero ese no es el problema,
se trata de sólo una pieza por semana para paliar el hambre, especialmente en
temporada seca que el campo no produce nada. El problema son las mafias que
entran en el parque y cazan 300 o 500 kilos de carne que luego venden en el
mercado negro", explica. Esa carne, de antílope, está luego a la venta en
los mercados de Maputo, Beira o Vilanculos.
"También los furtivos usan cepos o venenos para cazar
antílopes que algunas veces acaban matando leones", relata J. Un duro
golpe para un ecosistema, el de Gorongosa, donde empieza a haber un gran número
de los primeros y donde se está trabajando fuerte para reintroducir a los
segundos.
Hoy hay ya cerca de 50 ejemplares de felinos, aún lejos de
los números de antaño, pese al positivo crecimiento constante. "Los ranger
no pueden detener a las mafias. Tienes a una persona que tiene que controlar
quizá 20 kilómetros .
Ni en Kruger (Sudáfrica), que tiene más medios, se consigue parar a los
furtivos".
Lo que describe J es una realidad en la mayor parte de los
parques africanos. El negocio de los furtivos es demasiado poderoso como
reconocía Clinton. "Tenemos cazadores que entran en el parque y no podemos
controlar", admite Lengton, ranger del Parque de Gonarezhou, en Zimbabue.
"Son locales que entrar a cazar para comer y mafias que buscan el colmillo
de los elefantes", especifica. Hambre y dinero contra la vida salvaje.
Entre este tipo de caza furtiva destaca por lo bien
organizada que está la que se dedica al comercio de pieles exóticas, al ya
citado marfil o al ya tristemente famoso y "mágico" cuerno del
rinoceronte. En la poderosa Sudáfrica, donde se está invirtiendo mucho dinero
en parar la matanza de rinos, los números contradicen sus esfuerzos: ya van 528
ejemplares muertos en 2012 (allí habita entre el 70 y el 80% de la población de
rinocerontes de todo el planeta).
En Camerún se ha movilizado al ejército para acabar con la
caza ilegal de elefantes. "Su marfil se vende en muchos casos para comprar
armas por parte de guerrillas locales que entran desde Sudán y Chad",
reconocía el presidente del país, Paul Biya. Hasta la nariz del león es
codiciada por la medicina tradicional asiática y los huesos del animal por la
de Mozambique: un hueso de león da vigor y rejuvenece al hombre (otra vez la
ecuación entre costumbres locales y millonarios negocios a miles de
kilómetros).
El marfil del colmillo de elefante llega a pagarse a 1.500
euros el kilogramo. El del cuerno de rinoceronte asciende a los 40.000 euros.
Los números hablan por sí solos, se ha pasado de un millón de elefantes en
África a 400.000; rinocerontes queden cerca de 30.000.
¿Opciones? Además de la prohibición genérica de caza, que
Kenia lleva practicando desde hace décadas y que algunos expertos critican
porque siempre tiene que haber controles de población animal (es decir, siempre
se va a tener que cazar animales lo hagan turistas o responsables de los
parques y se pierde un importante dinero para conservación), hay lugares como
Namibia que ofrecen carne a las poblaciones colindantes a los parques.
"El Gobierno entrega kilos de carne de animales que son
abatidos por viejos o por los controles de población a los habitantes
colindantes a los parques, así evitan que cacen ellos y que las mafias
controlen el mercado", señala J. "Es casi imposible saber hoy si la
medida de Botsuana es una buena medida. En un mundo perfecto, donde la caza
legal cumpliera las reglas, no sería necesaria, pero este no es un mundo
perfecto", concluye.
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