La última hazaña de Philippe Croizon fue unir a
nado Rusia y Alaska. |
El francés Philippe Croizon es discapacitado. Le amputaron
los brazos y las piernas cuando tenía 26 años. Casi dos décadas después, con 44
años de edad y una voluntad sin falla, logró cumplir su sueño de nadar para
unir los cinco continentes.
Philippe tiene muchos objetivos en la vida, y uno de
ellos es que los demás olviden que es minusválido. Aunque esté sentado en una
silla de ruedas o equipado con prótesis, muchas veces lo logra, no sólo en el
ámbito deportivo sino también en su vida cotidiana.
Al acercarse a él, Croizon saluda tendiendo, no la mano,
sino el brazo. Y sus grandes ojos azules se ríen cuando cuenta cómo intenta que
los demás se sientan cómodos con él a pesar de la diferencia, y las bromas que
hace para romper el hielo. "Primero soy Philippe Croizon. Y sólo después,
soy minusválido", sintetiza.
Croizon no nació discapacitado. Cuando tenía 26 años, subió al
techo de su casa para cambiar su antena de televisión y fue víctima de dos
descargas eléctricas. Se acuerda muy bien de la fecha exacta: el 5 de marzo de
1994. Cuando lo trasladaron al hospital, estaba tan quemado que tuvieron que
cortarle una parte de las piernas y de los brazos.
En el hospital, un poco más de dos meses después del
accidente, estaba en su cama cuando vio por televisión como una francesa logró
cruzar el canal de la Mancha
a nado.
Sueño difícil, pero no imposible
Arnaud Chassery acompañó a Croizon en su más
reciente aventura deportiva. |
"Me quedé pensando en el nivel de superación personal
que esto suponía y pensé, ¿por qué no lo hago yo? Se lo comenté a mi familia,
pero al principio nadie me quería creer", cuenta.
Hacer las cosas no es tan fácil como soñarlas. Catorce años
pasaron antes de que Croizon empezara los entrenamientos. "Fue una fase de
mi vida en la que me quedaba mucho tiempo viendo televisión desde mi sofá,
aunque salía para dar charlas en las empresas y en las escuelas. Hasta que
algún día pensé que tenía que salir de este sofá para hacer algo yo",
relata.
Después de dos años de preparación física diaria y después
de nadar 4.000
kilómetros con su entrenador, lo intentó y lo logró en
13 horas y 23 minutos.
"En el agua no hay discapacidad, me siento tan libre
como el aire y es como volver a tener mi cuerpo", comenta.
Sólo se trataba la primera etapa de su superación. Después
de lograrlo, Croizon se propuso otro reto: unir los cinco continentes a nado. Y
también fue un éxito.
El desafío no es sólo suyo, ya que necesita todo el apoyo de
su familia, y sobre todo de su compañera Suzanna. "Sin historia de amor no
se puede cruzar el canal de la
Mancha ", aclara. Ella es quien lo acompaña a la piscina,
lo busca, le pone las prótesis para nadar (unos equipos que los ingenieros
tardaron año y medio en terminar), etc.
A Suzanna la conoció por Internet, después de separarse de
su ex mujer. "Necesité 3 años para reponerme después de la separación.
Tras el accidente, me había puesto lo que llamo la máscara del payaso, o sea
que me hacía el que siempre estaba bien y entretenía a los demás. Pero cuando
se fue mi esposa, entré en una fase de ira que duró un año entero y que fue
necesaria para seguir adelante", explica.
Este padre de dos chicos empezó a hablar con mujeres por Internet.
"Pero cuando decía que era minusválido, ya no sabía más de ellas",
recuerda. Añadió su discapacidad en su perfil y terminó conociendo a Suzanna.
Con ella empezó a proponerse desafíos.
De aquí al Titicaca
"Siempre comparo la discapacidad con el deporte de alto
nivel. El minusválido también lucha por un resultado y por superarse, por
ejemplo cuando logra ponerse los calcetines solo", comenta.
"El accidente sí ha cambiado todo pero me gusta mi
vida, porque logré hacer algo. Soy autónomo y es mi meta", añade el hombre
que antes del accidente no hacía deporte.
Después de lograr tantas cosas, es difícil parar. ¿El
próximo desafío? Duda en contestar, más que todo porque aún no lo ha hablado
con su familia. Al final, decide contestar: sería cruzar a nado el lago
Titicaca, que se considera como el lago navegable más alto del mundo (está
ubicado a casi 4.000
metros de altura), que comparten Bolivia y Perú.
"No lo haré antes de dos años, también porque mi esposa
está muy cansada", arguye. Por el momento, sólo se trata de un sueño más.
Pero ya lo sabemos, con Philippe Croizon todos los sueños parecen hacerse
realidad.