Lagos de color esmeralda, terrenos humeantes, bosques,
cataratas y nieves eternas. Increíbles paisajes que nos regala Nueva Zelanda.
|
Cedido a los neozelandeses por un jefe maorí, el
nevado monte Ngauruhoe domina un asombroso entorno de bosques, tierras yermas y
cráteres. Fotografía de Stuart Franklin |
|
Una imponente roca volcánica reposa junto al lago Tama
Superior, un cráter al pie del monte Ngauruhoe. Este volcán ha entrado en
erupción más de 70 veces desde 1839. El personal del parque insta a los
visitantes a que sepan cuáles son los caminos por donde suelen fluir las
coladas de barro y a que abandonen el lugar en caso de amenaza de
erupción. Fotografía de Stuart Franklin
|
|
Los hayedos cubren las cataratas Waitonga en su caída de 40 metros por la ladera
sur del monte Ruapehu. Dada su cercanía al mar de Tasmania, los volcanes del
parque están expuestos a los vientos del oeste, que alcanzan sus cimas y traen
fuertes lluvias. Fotografía de Stuart Franklin
|
|
El agua de las cascadas cae por cualquier barranco
y desfiladero que encuentra a su paso en busca de la meseta Central o del mar.
Símbolo nacional de Nueva Zelanda, los helechos arborescentes, que pueden
alcanzar los seis metros de altura, atrapan la humedad de la bruma en sus
estilizadas frondas. Fotografía de Stuart Franklin |
|
El color de los lagos Esmeralda contrasta con el
terreno humeante y lleno de cenizas de las laderas del Tongariro. Unos 65.000
visitantes recorren cada año los 19 kilómetros de la Travesía del Tongariro.
(Vista panorámica compuesta de tres imágenes). Fotografía de Stuart Franklin |
|
Oturere mantiene su aspecto yermo, pese a las abundantes
precipitaciones: más de 1.500 milímetros de lluvia al año. Los vientos
secos e impetuosos que soplan en las laderas del oeste resecan la región; los
suelos frágiles de grava y cenizas volcánicas se erosionan con rapidez, y los
torrentes excavan barrancos profundos. La vegetación intenta arraigar, pero
muere. Fotografía de Stuart Franklin
|
|
Delineando la topografía del frío, el hielo avanza por un pantano
alpino de hierbas bajas, en la cara meridional del monte Ruapehu. Fotografía de
Stuart Franklin
|
|
Cubierto por un manto invernal, el monte Ruapehu (en primer
término), de 2.796
metros de altura, reina sobre el Parque Nacional
Tongariro. El Ngauruhoe, con forma cónica, y el Tongariro, al fondo, se
despojan de la nieve cuando llega el verano. Pero el frío nunca abandona el
Ruapehu, lo que convierte al lago del Cráter en uno de los lagos volcánicos de
nieves perpetuas más activos del mundo. Fotografía de Stuart Franklin
|
|
El hierro oxidado y los sedimentos volcánicos rodean uno de los lagos Esmeralda, en el monte Tongariro. Los visitantes nadan en los lagos del parque, pese al olor a azufre que desprende el agua. Fotografía de Stuart Franklin |
|
Las gencianas florecen entre las hierbas
autóctonas, en el desierto de Rangipo, al este de los tres grandes picos de
Tongariro. Su presencia es bienvenida en esta elevada meseta, donde hiela a
menudo y el fuego volcánico abrasa periódicamente el suelo. Fotografía de
Stuart Franklin |
|
Amanece, y una luz violácea ilumina Tongariro. El parque se
convirtió en el oscuro reino de Mordor en la trilogía de El Señor de los
Anillos filmada por Peter Jackson. El monte Ngauruhoe, en la pantalla el monte
Doom, muestra su magia y poder cada año, cuando lo visitan miles de
escaladores, montañeros y esquiadores. Fotografía de Stuart Franklin
|
|
Fluye el agua fría por los rápidos de Mahuia, cincelando el
suelo volcánico del valle de Whakapapaiti. El valle superior, tapizado de
bosques de haya, tomó forma gracias al poder erosionador de los glaciares del
monte Ruapehu. Fotografía de Stuart Franklin
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario