Imagen, de 2003, de la cola de una ballena Jubarte ('Hump
Back' o Jorobada) en el litoral del estado de Bahía (nordeste de Brasil) Efe /
Caetano Barreira
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El número de ballenas jorobadas que visita el litoral
brasileño creció desde las 1.000 registradas en 1966, cuando su caza fue
prohibida, hasta las 11.418 el año pasado, pero difícilmente se volverá a las
30.000 que había antes de que los barcos balleneros casi las extinguieran.
"Difícilmente conseguiremos una recuperación total. Lo
más probable es que la población continúe creciendo por un tiempo pero llegará
un momento en que se estabilizará", explicó la bióloga Marcia Engel,
directora de la ONG
Instituto Ballena Jubarte (nombre de las jorobadas en
portugués).
Engel, que desde hace veinte años se dedica al estudio y la
preservación de las ballenas jorobadas, explicó que "además de la caza,
hay otras amenazas que limitan el aumento de la población, como los cambios
climáticos que reducen el alimento, la contaminación de los mares y la
contaminación sonora submarina".
El Instituto, que asesora al gobierno en temas balleneros y
es financiado por la petrolera estatal Petrobras, ha constatado el gradual y
lento crecimiento de la población de las jorobadas en censos aéreos realizados
desde 2002.
En el primer censo se contaron 3.396 ejemplares en los
estados de Espíritu Santo y Bahía. Tres años después, con la contabilidad
extendida a todo el litoral, el número llegó a 6.000. En 2008 fueron
registradas 9.300 jorobadas en todo el litoral brasileño y en 2011, según
resultados divulgados recientemente, se llegó a los 11.418 ejemplares pese a que
la búsqueda se limitó a la costa entre los estados de Río de Janeiro (sudeste)
y Sergipe (noreste).
En el siglo XX fueron cazadas unas 200.000 ballenas de
varias especies en el hemisferio sur por empresas que usaban su grasa como
combustible o argamasa, según datos del Instituto, que tiene su sede en Praia
do Forte, una antigua villa de pescadores convertida en un punto turístico a 100 kilómetros de
Salvador, la capital del estado de Bahía (nordeste). En el lugar se ofrecen
paseos turísticos para ver a los cetáceos en alta mar.
Según Engel, en 1980 se creía totalmente extinguido al grupo
de jorobadas que migra a aguas tropicales de Brasil en el invierno austral para
aparearse y dar a luz. "El aumento de la población es una consecuencia
directa del fin de la caza comercial, pero también de los estudios que
permitieron conocerlas mejor y lanzar campañas de preservación que incluyen una
redefinición de las rutas marinas y la creación de parques que les sirven de
santuarios", asegura Engel.
La prohibición de la caza, decretada por Brasil en 1966 y
reforzada por la moratoria internacional de 1985, no garantiza que la población
de jorobadas se recupere totalmente. "El ambiente que era ideal mudó por
los cambios climáticos, la contaminación y la reducción del alimento",
subrayó la bióloga.
Las jorobadas, que miden hasta 16 metros y pesan hasta
40 toneladas, viajan anualmente cerca de 4.500 kilómetros
hasta la Antártida ,
en donde permanecen la mayor parte del año, en busca de krill, el crustáceo que
le sirve de alimento.
La población de krill al parecer se redujo por el
calentamiento de los océanos y ese déficit de alimento es la principal
hipótesis que explica el récord de casi cien ballenas encalladas en la costa
brasileña en 2010. "Las autopsias no revelaron ninguna enfermedad, por lo
que es muy probable que las muertes estén relacionadas a problemas de
alimentación", según la bióloga.
Otras amenazas son las capturas accidentales en redes de
pesca y, según la especialista, "las jorobadas son las ballenas de las que
hay más casos de choques con barcos en el mundo". Pese a que la caza está
prohibida en Brasil, la presión de países como Japón, Islandia y Noruega para
acabar con la moratoria mundial a la caza de ballenas sigue siendo una amenaza
para la especie.
La principal esperanza es que la Comisión Ballenera
Internacional (CBI) cree un Santuario de Ballenas en el Atlántico Sur, una
propuesta hecha por primera vez por Brasil en 2001 y que este año estuvo a
punto de alcanzar los votos necesarios.
La propuesta, apoyada por los 11 países latinoamericanos que
integran la CBI ,
recibió en julio en Panamá el respaldo de 38 de los 61 países presentes (65 por
ciento), pero seguirá en el tintero porque requería el respaldo del 75 por
ciento.
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