“¿Cuál es su interés?”, le preguntó un representante de la Justicia.
“Dar amor” , le respondió Sandra Mihanovich, con su voz de
contralto convertida en miel.
Fue suficiente para desatar el nudo judicial que impedía lo
que finalmente sucedió: la donación de uno de sus riñones a su ahijada .
Las dos se reponían en un centro privado de esta
Ciudad, con cicatrices a sus costados del tamaño de una sonrisa. “Sandra salió
bien de la operación , ahora necesita tranquilidad para reponerse”, indicó Iván Mihanovich, su hermano.
De tantas canciones que interpreta Sandra, la que más volvió
ayer mientras se escribía esta crónica fue Honrar la vida , de Eladia Blázquez.
Esa que dice: “Eso de durar y transcurrir / no nos da derecho a presumir /
porque no es lo mismo que vivir / honrar la vida”.
Para nada es lo mismo, y tampoco es usual: sólo un puñado de
casos de donación de órganos entre “personas vivas no relacionadas” se
registraron en la Argentina
durante la última década.
Lo que sucedió es la consecuencia de un camino judicial
que se inició bastante antes. Como la ley de Trasplantes prohíbe la donación de
órganos o tejidos entre personas que no tienen un vínculo familiar directo,
Mihanovich tuvo que iniciar un juicio sumarísimo para que autorizara su
entrega. Los reparos legales intentan prevenir la posible venta de órganos
entre desconocidos, que está prohibida y penada por la legislación.
De acuerdo a la sentencia firmada el 30 de julio pasado
por el juez federal subrogante a cargo del juzgado Civil y Comercial Federal 5,
Alejandro Jorge Nobili, según la cual “se acredita la relación de profunda
amistad y familiaridad entre la donante y la receptora y su familia”, pues
“queda comprobado que la señora Mihanovich es la madrina de bautismo de la
receptora”.
“Ese lazo, las declaraciones de los testigos y las de
personas directamente involucradas dejan luz sobre el motivo altruista del
acto, la solidaridad en que se funda y su gratuidad ”, destaca el fallo que dio
luz verde a la donación.
Antes de firmar la autorización para la cirugía y la notificación
para que el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante
(Incucai) incorpore a la receptora en la lista de espera de trasplantes
renales, el juez Nobili admitió que el celo por evitar favores o pagos
indebidos que enturbien el acto de la donación de órganos causó una postura
legislativa y doctrinaria “claramente restrictiva” para considerar excepciones
que permitan mejorar la calidad de vida de muchos enfermos.
En el expediente intervinieron peritos médicos y
psiquiátricos y una asistente social, que acreditaron que Mihanovich era una
paciente apta como donante, que el transplante razonablemente no le causará un
grave perjuicio a su salud y que existen perspectivas de éxito para conservar
la vida y mejorar la salud de la receptora.
Este último punto es clave: los pacientes con insuficiencia
renal aguda deben someterse a tratamientos con diálisis varias veces por
semana, y con el paso del tiempo, su estado general de salud puede deteriorarse
. En Argentina, casi 27 mil personas mantienen tratamientos con diálisis.
Hace tres años, la abogada Andrea Kaprielan consiguió el
permiso judicial para que una de sus hermanas donara un riñón a su marido.
Justo antes del trasplante, apareció un donante cadavérico y no hizo falta
poner en práctica esa primera sentencia. Pero la letrada, desde entonces,
asumió la defensa de pacientes con enfermedades crónicas y patrocinó el caso
Mihanovich. “Como ella, son muchas las personas que realizarían este tipo de
actos altruistas , pero que no saben que pueden hacerlo”, dijo.
“Por eso estos casos, que involucran a personas famosas, ayudan a tomar
conciencia de la importancia de la donación órganos. Tuve el honor de conocer a
personas como Sandra y muchas otras que no son tan famosas, pero también han
honrado la vida”.
La ahijada lleva años remando contra la corriente. Por
suerte, apareció su salvavidas. En la causa, ya declaró que estará eternamente
agradecida.
Fuente: Clarín