Chicos en una granja en Río Claro, Brasil. / FELIPE DANA (AP) |
Río+20, la conferencia organizada por las Naciones Unidas
para analizar e intentar resolver los grandes temas de la defensa del planeta,
20 años después de Eco92, que también se había celebrado en la capital carioca,
inició los trabajos y se abre oficialmente el próximo miércoles con una mezcla
de esperanza, miedo y bajo la sombra de la crisis global.
La esperanza la nutre la fuerte representación de 128
países, las miles de propuestas llegadas a los responsables de tomar
decisiones, entre ellas las propuestas de cien academias de ciencias de todo el
mundo, miles de ONG ambientalistas movilizadas, todos preocupados con nuestro
planeta y los efectos que un crecimiento no sostenible pueda acarrear como un
plus de infelicidad para países tanto desarrollados, como en desarrollo.
El miedo y las preocupaciones de la opinión pública están
basados en las primeras noticias que ofrecen los medios. El diario O Globo, que
dedica todo un cuaderno especial a Río+20, informa de que la Conferencia
"tiene más de 20 grandes temas sin acuerdo". Y que problemas
fundamentales como clima, energía y pobreza tiene divididos a los diplomáticos
de los países ricos y emergentes.
Lo que cayó como un balde de agua fría, por ejemplo, es la
ausencia a un encuentro de esta envergadura planetaria, nada menos que de Barck Obama, Angela Merkel y David Cameron. La impresión es que los
países desarrollados están más preocupados con sus políticas locales, sus
reelecciones y con la crisis económica, que con desafíos ambientales que
afectan a la humanidad en su totalidad. Y podría ser el peso de la crisis
económica que atenaza a Europa y a los Estados Unidos, la que acabe frustrando
las muchas esperanzas puestas en Río+20.
Por ejemplo, en el documento de 81 páginas preparado para la
discusión, figuran 835 corchetes, es decir, temas que quedan pendientes para
ser resueltos en una segunda fase, es decir, sobre los que no existe acuerdo.
Si el tema de fondo de Río+20 sigue siendo cómo conseguir un
"crecimiento sostenible" para el planeta, que tenga en cuenta no sólo
los efectos puramente económicos sino también el grado de felicidad de las
personas, llegando incluso a pensar en cambiar los actuales criterios para
establecer el PIB de los países, no cabe duda que la crisis en curso en Europa
y en Estados Unidos, que está ya afectando a los países emergentes como China y
hasta a Brasil, pesa sobre la
Conferencia.
Hoy todos se preocupan con el crecimiento para crear empleo
y ante ese grave problema, el adjetivo de “sostenible” corre peligro de quedar
en segundo plano. Quizás por ello, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff,
anfitriona de Río+20, envió un mensaje a las naciones desarrolladas y ricas que
se resisten a comprometerse con las metas ambientales.
"Nosotros consideramos que el respeto al medio ambiente
no se da en fase de expansión del ciclo económico. Para nosotros una posición a
favor de crecer, incluir, preservar y conservar es parte intrínseca de una
concepción de desarrollo", afirmó.
Roussef está convencida que es posible conjugar el
crecimiento con la sostenibilidad ambiental y presentó el ejemplo de
Brasil, país que, según la mandataria, "aún respetando el medio ambiente y
promoviendo la inclusión social, creció un 40% en los últimos diez años y ha
generado 18 millones de empleos".
Por el momento, Río+20 comenzó a mover entre la
ilusión de nuevas decisiones a nivel mundial y un cierto desencanto viendo,
como subraya la prensa, que en la Conferencia "sobran termas y faltan
consensos", sobre todo de los que más pesan a la hora de las decisiones
finales.
Fuente: El País de España