Simulación de zonas con turbulencias. (Paul Williams) |
Según sostiene esta investigación publicada en 'Nature Climate Change', la primera que se centra en este aspecto, a medida que aumente la concentración de CO2 en la atmósfera, las turbulencias atmósfericas que sufren los aviones serán más frecuentes cuando sobrevuelen el Atlántico Norte. Además del riesgo de que aumente el número de heridos, incrementará los costes de combustible y los daños que se producen en los aviones durante estos episodios.
Según este estudio, las turbulencias serán más frecuentes y
más intensas. Su intensidad podría aumentar entre un 10 y un 40%. Por lo que
respecta al espacio aéreo en el que es probable que los pilotos encuentren
turbulencias significativas, se incrementaría en entre un 40 y un 70%. Lo más
probable, señalan los autores, es que la frecuencia con la que se producen
turbulencias aumente un 100%, es decir, que se doble.
Si sigue la tendencia actual de emisiones contaminantes, la
probabilidad de que haya turbulencias moderadas o fuertes aumentaría en un
10,8%, según los científicos. Este escenario podría convertirse en realidad en
2050.
El estudio, firmado por investigadores del Centro Nacional
para las Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Reading (Reino Unido) ha sido
presentado durante la
Asamblea General que la Unión Europea de
Geociencias (EGU, por sus siglas en inglés) celebra en Viena.
Corriente de chorro
Los científicos liderados por Paul D. Williams elaboraron un
modelo matemático para simular los cambios que se producirán en las corrientes
de chorro ('jet stream' en inglés) si se dobla la cantidad de CO2 presente en
la atmósfera. Las corrientes de chorro son gigantescas masas de aire que se
desplazan por la atmósfera. Se forman por las diferencias de temperatura entre
los polos de la Tierra
y el Ecuador y discurren a lo largo de miles de kilómetros.
Según explican los investigadores, las turbulencias en aire
claro son especialmente difíciles de evitar porque los pilotos no las pueden
detectar, ya que ni los satélites ni los radares que llevan a bordo los aviones
pueden localizarlas. Estas turbulencias en aire claro están vinculadas a las
corrientes de chorro que, según los científicos, se verán reforzadas por los
cambios en el clima causados por el hombre.
Los investigadores mostraron cambios significativos en las
turbulencias en aire claro (moderadas y severas) en la zona que atraviesan los
vuelos transatlánticos a una altitud de crucero cuando se doblaba la
concentración del dióxido de carbono.
Costes económicos de las turbulencias
Aparte del susto y de la molestia que las turbulencias
representan para los viajeros, obligados a permanecer con el cinturón abrochado
mientras se sobrevuela esas zonas, estos fenómenos causan cada año cientos de
heridos e importantes pérdidas económicas a las aerolíneas.
Los científicos que firman este estudio sugieren que el
aumento de las áreas con turbulencias debido al incremento de CO2 podría hacer
que los vuelos fueran más largos, pues habrá que cambiar con más frecuencia las
rutas para rodear y evitar la zona de turbulencias. Aumentará también, por
tanto, el consumo de combustible y él, las emisiones contaminantes,
estableciendo un círculo que se retroalimentaría.
Asimismo, en ocasiones las turbulencias causan daños
estructurales en los aviones que deben ser reparados, con el consiguiente
coste.
Según un estudio de la Flight Safety Foundation de 1998 alrededor de 10.000 personas resultan heridos cada año en
todo el mundo (la mitad en EEUU) por la caída de equipaje de los compartimentos
superiores debido a las turbulencias, desde pequeñas laceraciones o heridas a
traumas craneoencefálicos cuyos síntomas pueden tardar en aparecer varios días.
Al menos un pasajero ha muerto durante un vuelo por turbulencias: En 1997 una
mujer que no llevaba cinturón murió debido a los golpes que recibió al
atravesar una zona con fuertes turbulencias. Otros 74 pasajeros resultaron
heridos en el mismo vuelo que cubría la ruta entre Tokio y Honolulu.
Según Paul Williams, autor principal del estudio publicado
en 'Nature Climate Change', las turbulencias tienen en la actualidad un coste
anual para las compañías aéreas de unos 150 millones de dólares (114 millones
de euros). Según señala, si aumenta esta cifra probablemente serán los
pasajeros los que sufran este incremento pagando más por sus billetes.
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