Cada tarde, a las seis, Capitán se recuesta sobre la
tumba de su dueño. (
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La fidelidad en los perros es una característica casi
indiscutible. Capitán, un mestizo con algo de ovejero, es un ejemplo extremo de
eso. Hace cinco años vive en el cementerio en el que está enterrado su dueño,
en Carlos Paz, y puntualmente cada día a las seis de la tarde se recuesta sobre
su tumba.
La historia de Miguel y Capitán, que hoy recoge el diario La Voz , comenzó a mediados de
2005, cuando el hombre –pese a la reticencia de Verónica, su mujer- llegó con
el perro a la casa, como un regalo para su hijo Damián Guzmán, que hoy tiene 13
años.
Al año siguiente, el 24 de marzo de 2006, Miguel murió en el
hospital de Villa Carlos Paz. Días después, Capitán también se fue de la casa.
Vivió un tiempito en la calle, a metros de allí, hasta que finalmente los
Guzmán le perdieron el rastro.
El reencuentro se produjo en forma fortuita, un día que
Verónica y Damián habían ido al cementerio. El chico reconoció de inmediato a
su mascota. “Comenzó a gritar que era Capitán y el perro se nos acercó
ladrando, como si llorara”, contó la mujer al diario cordobés. Al momento de
emprender la vuelta, pese a que lo llamaban, Capitán se quedó allí.
Una semana después, volvieron. El perro seguía ahí. Al irse,
algo cambió. Los tres regresaron caminando juntos. “Se quedó un rato con
nosotros en casa, pero después volvió al cementerio”, apunta Verónica.
Héctor Baccega es el director del cementerio de Villa Carlos
Paz y recuerda a la perfección el día que conoció a Capitán. “Apareció acá solo
y dio vueltas por todo el cementerio, hasta que llegó, también solo, a la tumba
de su dueño. Y eso no es todo: cada día, a las seis de la tarde, va y se
acuesta frente a esa tumba. Recorre el cementerio conmigo todos los días, pero
cuando llega esa hora se va para el fondo, donde está la tumba de su amo”.
La familia asegura que nunca llevó a Capitán al cementerio,
por lo que es un misterio cómo llegó
hasta allí. Marta, que vende flores en el lugar, dice que lo vio por primera
vez en 2007. Tenía una patita quebrada. Le dieron antiinflamatorios y lo
entablillaron. Nunca se fue. “Se ve que quería mucho a su amo. Va a su casa,
pero vuelve. Muchas veces lo quisieron llevar, pero se viene para acá”.
Damián ya se resignó: “Lo quise traer a casa varias veces,
pero él se vuelve al cementerio. Si quiere estar ahí me parece bien que se
quede: está cuidando a mi papá”.
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