Recuerdo. Un viejo misil soviético se exhibe para
los turistas en el complejo de Morro Cabana, en |
Lo que nos puso a todos al borde de una guerra nuclear fue
un día de sol. Y si no volamos por los aires y el mundo no terminó en una
hecatombe de fuego y vientos helados que hubieran dejado a la vida sin vida,
fue por el coraje de dos líderes mundiales, irresponsables hasta el delirio,
que a último momento dejaron de jugar al borde del abismo y sellaron la paz
sobre las mechas ardientes de los cañones.
Khruschev mintió, hasta que fue descubierto. Dijo siempre
que las armas que la URSS
había cedido a Cuba eran defensivas. Tenía sus razones: en abril de 1961
Estados Unidos había financiado y apoyado una invasión mercenaria a la isla, ya
decidida a ser socialista. Cuba se lanzó luego de lleno a los brazos de la URSS.
Estados Unidos sospechó que algo raro había en Cuba. Sabía
por informes de inteligencia y de anticastristas exiliados en Miami que en la
isla había al menos cinco mil soldados rusos y un incesante desfile de camiones
con “largos objetos cilíndricos”. John McCone, director de la CIA ordenó el 4 de octubre de
1962 una serie de misiones de espionaje aéreo sobre Cuba a cargo de los
legendarios aviones U-2. Pero Cuba estuvo bajo una gruesa capa de nubes durante
diez días. El 14 amaneció soleado, los U-2 volaron, tomaron fotos y volvieron.
Lo que los especialistas en descifrarlas descubrieron les heló la sangre.
Eran misiles nucleares. Y eran rusos. Cuando Kennedy se
enteró de la amenaza, quiso certezas. La
CIA le mostró entonces las fotos de los proyectiles en los
festejos del 1 de mayo en la
Plaza Roja y las sombras tomadas en Cuba por los U-2. Eran
iguales.
Negociaciones. Fidel Castro dialoga en Nueva York con Kruschev (der.), en 1960. Escucha el canciller Raúl Roa./AP |
Empezó entonces el más apasionante conflicto entre EE.UU y la URSS de toda la Guerra Fría.
Fueron trece días inabarcables, dramáticos, irrepetibles que
pusieron en juego la suerte del mundo. Kennedy nombró un Comité Ejecutivo
integrado entre otros por su hermano Robert; el secretario de Estado, Dean
Rusk; el ministro de Defensa, Robert McNamara; McCone y los jefes militares. Se
llamó ExComm, (por Executive Commitee) y sus sesiones, como toda la actividad
presidencial de esos días, quedaron registradas por Kennedy, que grababa todo.
El Ex Comm propuso de inmediato dos soluciones para Cuba:
invadirla o bombardearla. Hubo una tercera: bombardearla primero e invadirla
después. Kennedy, que en principio se mostró favorable a esa decisión, dio
rápida marcha atrás con una lógica de acero que perturbó al poderoso gabinete
militar que quería arrasar la isla con apoyo civil: Dean Rusk, propuso: “Señor
presidente, usted también puede solucionar el problema borrando a la isla del
mapa”.
Kennedy se opuso porque los primeros bombardeos matarían al
menos a veinticinco mil cubanos, más una cantidad no precisada de rusos: “Sería
la guerra con los soviéticos”, dijo. Y se negó a bombardear los emplazamientos
misilísticos porque jamás tuvo la certeza de anularlos a todos y que Cuba no
lanzara sus misiles en represalia. La tercera solución propuesta por Kennedy
fue la menos aceptada: negociar con Khruschev para que retirara sus misiles.
Fue la que triunfó.
Entre sus momentos inolvidables, la crisis tiene tres muy
destacables. El 18 de octubre, en el Salón Oval, Kennedy recibió al canciller
soviético Andrei Gromyko, que volvió a asegurar que los misiles de Cuba eran
defensivos. “¡Me mintió en la cara!” admitió más tarde Kennedy, que tenía las
fotos de la infamia sobre el escritorio, a metros de Gromyko. El segundo
instante fue el del anuncio de Kennedy del bloqueo a Cuba, el lunes 22, en un
mensaje a su nación. Kennedy resistió la presión militar por atacar a Cuba y
ordenó interceptar los barcos rusos antes de que llegaran a la isla. Mientras,
intentó negociar con Khruschev: creía que Cuba era una provocación del
soviético para tener una excusa con la que apoderarse de Berlín, desde el año
anterior bajo el Muro que la dividió tres décadas.
El tercer punto de inflexión de la crisis fue el sábado 27
de octubre. El bloqueo había funcionado en parte y mal: Cuba estaba llena de
misiles rusos y la amenaza a EE.UU. seguía latente. Khruschev se vanagloriaba:
“Ahora ellos saben lo que es vivir con misiles en la frontera”, dijo, aludiendo
a los emplazamientos estadounidenses en Turquía. Bajo presión militar (“Mi
hermano puede ser asesinado”, le dijo Robert Kennedy al embajador Anatoli
Dobrynin en la última de sus dos visitas secretas destinadas a forzar a
Khruschev a negociar) Kennedy decidió atacar Cuba.
El mundo contuvo el aliento.Y Khruschev dio marcha atrás.
Después de un dramático intercambio de cartas, que llegaban
por telex, los dos líderes confiaron el uno en el otro. Khruschev propuso
retirar los misiles de Cuba si Estados Unidos se comprometía a no invadirla. El
acuerdo sigue en pie medio siglo después. Y, con el tiempo, Estados Unidos
retiró sus misiles de Turquía.
Robert McNamara diría treinta años después “Tuvimos suerte.
¡Fue pura suerte lo que impidió la guerra! ¡Así estuvimos!” y trazó una delgada
línea entre el pulgar y el índice.
Fuente: Clarín
Yo soy cubano y esta conclusion medio que la supimos despues por noticias filtradas subcversivamente en el pais .
ResponderEliminarNingun Cubano estaba preparado para afrontar la ecatombe que se nos venia encima . Gracias a Dios que triunfo la cordura porque ahora seriamos un mundo hecho cenizas .