domingo, 14 de octubre de 2012

A 50 años de “la crisis de los misiles”, la hecatombe nuclear que no fue

Recuerdo. Un viejo misil soviético se exhibe para los turistas en el complejo de Morro Cabana, en La Habana./AP

Lo que nos puso a todos al borde de una guerra nuclear fue un día de sol. Y si no volamos por los aires y el mundo no terminó en una hecatombe de fuego y vientos helados que hubieran dejado a la vida sin vida, fue por el coraje de dos líderes mundiales, irresponsables hasta el delirio, que a último momento dejaron de jugar al borde del abismo y sellaron la paz sobre las mechas ardientes de los cañones.

Hace cincuenta años, la Unión Soviética liderada por Nikita Khruschev colocó en la Cuba de Fidel Castro misiles de largo alcance, equipados todos con cabezas nucleares. Todos apuntaban hacia Estados Unidos, presidida entonces por John Kennedy. Su alcance les permitía hacer blanco en Miami, Washington, Nueva York y San Francisco. Los círculos concéntricos del alcance misilístico cubano fijaba también blancos hacia el sur: llegaban hasta Lima.

Khruschev mintió, hasta que fue descubierto. Dijo siempre que las armas que la URSS había cedido a Cuba eran defensivas. Tenía sus razones: en abril de 1961 Estados Unidos había financiado y apoyado una invasión mercenaria a la isla, ya decidida a ser socialista. Cuba se lanzó luego de lleno a los brazos de la URSS.

Estados Unidos sospechó que algo raro había en Cuba. Sabía por informes de inteligencia y de anticastristas exiliados en Miami que en la isla había al menos cinco mil soldados rusos y un incesante desfile de camiones con “largos objetos cilíndricos”. John McCone, director de la CIA ordenó el 4 de octubre de 1962 una serie de misiones de espionaje aéreo sobre Cuba a cargo de los legendarios aviones U-2. Pero Cuba estuvo bajo una gruesa capa de nubes durante diez días. El 14 amaneció soleado, los U-2 volaron, tomaron fotos y volvieron. Lo que los especialistas en descifrarlas descubrieron les heló la sangre.

Eran misiles nucleares. Y eran rusos. Cuando Kennedy se enteró de la amenaza, quiso certezas. La CIA le mostró entonces las fotos de los proyectiles en los festejos del 1 de mayo en la Plaza Roja y las sombras tomadas en Cuba por los U-2. Eran iguales.

Negociaciones. Fidel Castro dialoga en Nueva York con Kruschev (der.), en 1960. Escucha el canciller Raúl Roa./AP
Empezó entonces el más apasionante conflicto entre EE.UU y la URSS de toda la Guerra Fría.

Fueron trece días inabarcables, dramáticos, irrepetibles que pusieron en juego la suerte del mundo. Kennedy nombró un Comité Ejecutivo integrado entre otros por su hermano Robert; el secretario de Estado, Dean Rusk; el ministro de Defensa, Robert McNamara; McCone y los jefes militares. Se llamó ExComm, (por Executive Commitee) y sus sesiones, como toda la actividad presidencial de esos días, quedaron registradas por Kennedy, que grababa todo.

El Ex Comm propuso de inmediato dos soluciones para Cuba: invadirla o bombardearla. Hubo una tercera: bombardearla primero e invadirla después. Kennedy, que en principio se mostró favorable a esa decisión, dio rápida marcha atrás con una lógica de acero que perturbó al poderoso gabinete militar que quería arrasar la isla con apoyo civil: Dean Rusk, propuso: “Señor presidente, usted también puede solucionar el problema borrando a la isla del mapa”.

Kennedy se opuso porque los primeros bombardeos matarían al menos a veinticinco mil cubanos, más una cantidad no precisada de rusos: “Sería la guerra con los soviéticos”, dijo. Y se negó a bombardear los emplazamientos misilísticos porque jamás tuvo la certeza de anularlos a todos y que Cuba no lanzara sus misiles en represalia. La tercera solución propuesta por Kennedy fue la menos aceptada: negociar con Khruschev para que retirara sus misiles. Fue la que triunfó.

Entre sus momentos inolvidables, la crisis tiene tres muy destacables. El 18 de octubre, en el Salón Oval, Kennedy recibió al canciller soviético Andrei Gromyko, que volvió a asegurar que los misiles de Cuba eran defensivos. “¡Me mintió en la cara!” admitió más tarde Kennedy, que tenía las fotos de la infamia sobre el escritorio, a metros de Gromyko. El segundo instante fue el del anuncio de Kennedy del bloqueo a Cuba, el lunes 22, en un mensaje a su nación. Kennedy resistió la presión militar por atacar a Cuba y ordenó interceptar los barcos rusos antes de que llegaran a la isla. Mientras, intentó negociar con Khruschev: creía que Cuba era una provocación del soviético para tener una excusa con la que apoderarse de Berlín, desde el año anterior bajo el Muro que la dividió tres décadas.

El tercer punto de inflexión de la crisis fue el sábado 27 de octubre. El bloqueo había funcionado en parte y mal: Cuba estaba llena de misiles rusos y la amenaza a EE.UU. seguía latente. Khruschev se vanagloriaba: “Ahora ellos saben lo que es vivir con misiles en la frontera”, dijo, aludiendo a los emplazamientos estadounidenses en Turquía. Bajo presión militar (“Mi hermano puede ser asesinado”, le dijo Robert Kennedy al embajador Anatoli Dobrynin en la última de sus dos visitas secretas destinadas a forzar a Khruschev a negociar) Kennedy decidió atacar Cuba.

El mundo contuvo el aliento.Y Khruschev dio marcha atrás.

Después de un dramático intercambio de cartas, que llegaban por telex, los dos líderes confiaron el uno en el otro. Khruschev propuso retirar los misiles de Cuba si Estados Unidos se comprometía a no invadirla. El acuerdo sigue en pie medio siglo después. Y, con el tiempo, Estados Unidos retiró sus misiles de Turquía.

Robert McNamara diría treinta años después “Tuvimos suerte. ¡Fue pura suerte lo que impidió la guerra! ¡Así estuvimos!” y trazó una delgada línea entre el pulgar y el índice.

Fuente: Clarín 

1 comentario:

  1. Yo soy cubano y esta conclusion medio que la supimos despues por noticias filtradas subcversivamente en el pais .
    Ningun Cubano estaba preparado para afrontar la ecatombe que se nos venia encima . Gracias a Dios que triunfo la cordura porque ahora seriamos un mundo hecho cenizas .

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