jueves, 19 de julio de 2012

Documento fotográfico: Cómo es la vida en la frontera entre Afganistán y Pakistán

El fantasma del estado de Hobbes y sus fronteras todavía acecha la frontera entre Afganistán y Pakistán. La Línea Durand, que divide a los pastunes y baluchis, sigue siendo una fuente de tensión entre los gobiernos de los dos países.

Agentes fronterizas femeninas chequean a las mujeres al entrar en Afganistán. Las fronteras siguen siendo los fenómenos políticos geográficos más palpables.

La mayoría de los niños provienen de Bachamina, el pueblo al lado de la frontera. Allí, la mayor parte de la población la forman refugiados afganos. El pueblo fue evacuado el año pasado, pero después de algún tiempo algunas de las familias se reasentaron en la aldea.

Algunos niños vienen a trabajar a Torkham desde Landi Kotal, a unos 10-15 km de la frontera de Torkham, y hay otros niños que vienen a trabajar desde otras partes de Peshawar (Bara, Bajour, Noshira). La frontera de Torkham es un importante corredor comercial entre Pakistán y Afganistán.

La población que vive en los alrededores de Torkham se gana la vida transportando carga; al frente de talleres mecánicos, tiendas de automóviles y repuestos, salones de té y restaurantes, o haciendo contrabando de repuestos de autos y productos alimenticios, principalmente hacia el lado paquistaní de la frontera.

Los puestos fronterizos son muy comunes, especialmente entre los pastunes que cruzan la frontera, algunas veces a diario para encontrarse con familiares o por trabajo. El movimiento de personas a menudo ha sido descontrolado, pese a que, a veces, se piden pasaportes y visas en los pasos oficiales.

Atrapados por la territorialidad del Estado, la noción del Estado-nación de Westfalia, con sus conceptos de integridad territorial y la exclusión de actores externos por parte del Estado, parece contrastar en una región donde el concepto de las fronteras fijadas nunca ha tenido una base política.

La mitad afgana de Torkham es una ciudad de una sola calle que conduce a la vecina Pakistán.

Las calles palpitan de humanidad, bienes mobiliarios y camiones. Cuando el sol se pone, el último de los hombres cruza la frontera en Pakistán.

Los muchachos hacen regularmente una docena de viajes a través de la frontera transportando carga y personas. Los chicos, que regularmente cruzan la frontera con carretillas, descansan al atardecer.


Fuente: BBC

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